martes, 22 de julio de 2008

IMPACTO EMOCIONAL DE LA INMIGRACION


IMPACTO EMOCIONAL DE LA INMIGRACION

(Guillermina Galaz Tapìa, periodista)

Cada inmigrante que llega a un país de acogida – en este caso España- trae consigo no sólo sus pocas pertenencias materiales, sino que también todo un bagaje cultural, costumbres, experiencias, vivencias, otro idioma, en el caso de aquellos que no hablan la lengua de Cervantes.


Pero por sobre todo traemos una mochila cargada con un historial familiar. No es fácil dejar atrás a los seres queridos, si es que no han venido con nosotros. Y ahí están los recuerdos. La nostalgia que no nos abandona. Por un lado, luchamos por integrarnos, por encontrar un espacio para nosotros en la tierra de acogida, y por otro, echamos de menos lo que hemos dejado atrás. Ansiamos probar nuestras comidas, oler los olores típicos y oir nuestros acentos al hablar. Todo aquello que nos identifica como nativos de una geografía determinada. NO es fácil. No todos nos comprenden., Algunos sucumben en esta lucha. Otros, logran salir adelante, tras muchos sacrificios. Quizás los niños, logran adaptarse con mayor facilidad. Los mayores lo tienen más difícil. Y por eso, no son pocos los inmigrantes que me han manifestado su deseo de volver a su tierra de origen una vez que logren juntar dinero para terminar sus días donde están sus raíces.

El impacto de instalarse en otro país, otro continente es muy fuerte. Son muchas las lágrimas que se derraman en esta senda que vamos atravesando. No son pocas las penas que nos invaden. Sin embargo, como los payasos, debemos guardar para nosotros estos sentimientos y seguir adelante con la función. En este caso, seguir trabajando, seguir produciendo. A los empleadores no les interesan nuestros problemas, nuestros dolores. Tenemos que mostrar la mejor casa y guardar las preocupaciones para otro momento. Nos consolamos cuando conversamos con otros inmigrantes. Entre historias y recuerdos, vamos relativizando el dolor Y éste, al ser compartido con nuestros pares, se nos hace un poco más liviano. Talvez como un mecanismo de protección, intentamos “descafeinar” nuestros sentimientos, para salir todos los días y ganar el pann con la frente en alto, dignos y responsables.

Necesitamos cariño, no compasión, ni lástima. A veces hemos encontrado la comprensión en los autóctonos que saben empalizar. Pero por otro lado, también hemos tropezado con personas cargadas de odios y prejuicios, xenofobia pura y dura, pero por sobre todo mucha ignorancia con respecto al aporte que también podemos hacer los inmigrantes. Hay gentes que con sus comentarios mal intencionados muchas veces nos hacen polvo.

En el caso de los inmigrantes que venimos de países hispano- parlantes no es problema el idioma, pero para quienes no lo hablan y deben aprenderlo, es una desventaja y grande. Muchas de estas personas se ponen como meta aprenderlo lo antes posible para integrarse. En cambio, otros tienen muchas dificultades y en ese caso, su sufrimiento y dependencias son tremendos. Lo veo en personas del Africa, de Europa del Este o del Asia.

Muchas inmigrantes tenemos claro que al instalarnos en la nueva patria deberemos enfrentar situaciones positivas, pero también otras cargadas de negatividad. Sin embargo, la realidad supera nuestra imaginación, sueños y expectativas.

Mientras estamos aquí un buen día recibimos una llamada telefónica desde el otro lado del “charco”, donde nos comunican que se ha enfermado un ser querido. Pero también puede ser el fallecimiento de alguno de ellos. Los niños que un día dejamos han crecido y anuncian su boda, o su graduación en la universidad. Y en el mejor de los casos, nuestros niños, ya mayores, nos hacen abuelas, os.

El tiempo pasa inexorablemente. De repente nos damos cuenta que hemos neutralizado nuestra habla. Hemos depurado nuestro lenguaje de los modismos y ya hablamos con el acento local. Otro día, descubrimos que tenemos más canas y que nuevos surcos aparecen en nuestras frentes.

Los que somos inmigrantes sentimos más en carne propia el dolor de aquellos que vienen en pateras y que fallecen en medio del mar. También la pena por aquellos que protagonizan verdaderas odiseas, de esas que llenan las páginas rojas de los periódicos, o encabezan los noticieros de televisión. Es que somos hermanos en este dolor, de dejar nuestra tierra, nuestras raíces. También lloramos con los que pierden a algún ser querido en este tierra de acogida. Por ejemplo, en el atentado terrorista en la Terminal T-4 del aeropuerto de Barajas, o por los muertos extranjeros que se cobran todos los días los accidentes laborales.

El impacto más fuerte lo viven los inmigrantes que vienen de sectores rurales, que nunca han salido de sus pueblos, que no han estado en contacto con” la modernidad”. Muchos no saben lo que es Internet. El choque cultural es muy grande. A los problemas descritos, se suma el de los papeles que nos hacen sufrir y mucho. Porque aunque todos somos personas ante todo, nos discriminan y nos llaman “ilegales”, “sin papeles” o “indocumentados” estando al margen de la Ley, porque no hemos venido a través de los conductos regulares.

Muchos inmigrantes no lo pueden superar. Otros, se someten a terapias con psicólogos y logran sobreponerse a estos traumas. Buscan apoyo a través de instituciones y organizaciones como Caritas, Cruz Roja, y distintas ONGs.

Otro problema es que se empieza a idealizar la patria lejana. El cordón umbilical no se ha roto del todo…Ahora que Internet está disponible ya no es difícil estar al día en lo que sucede allá a lo lejos, en los países de origen. Ayuda también el sistema de video-conferencia porque podemos ver a nuestros familiares y ellos también nos ven a nosotros.

El baile y la música ayudan a reencontrarse. Así como las comidas típicas cuando se juntan inmigrantes de una país determinado. A veces, viajeros provenientes de la patria lejana, traen una cartita, fotos o algún regalito que ha enviado la familia. Son recibidos como un tesoro muy preciado.

Como corolario de todo, debo decir que es cierto que ser inmigrante no es fácil. NO se aprende ni en escuelas, ni en universidades. Hay que vivirlo. Por otro lado, un inmigrante es una persona con mucha fortaleza, valentía, energía, determinación y deseos de salir adelante. Es una actitud. NO importante de donde vengamos, ni nuestros orígenes. Todos, queremos aprovechar la oportunidad en la nueva patria. Es por eso que nos reinventamos día a día.. Aprendemos a superar las dificultades y también aportamos lo nuestro, que no es poco, a esta sociedad del futuro.


La noticia al trasluz de una periodista chilena radicada en España.

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